Una mirada al pasado

10 de febrero de 2015
Una mirada al pasado

Apps para dispositivos móviles, cloud-computing, aplicaciones web, etc. ¿Acaso no son sólo una versión actualizada y mejorada de una filosofía de computación especialmente vigente en los años 70 y 80?

Hoy no voy a escribir sobre Gestión de Servicios de TI, Sistemas de Gestión, Calidad ni otros temas que trato habitualmente en los artículos que publico en el blog. En este artículo quiero echar una mirada al pasado y hacer una reflexión sobre la evolución de la tecnología.

Los años 70 y 80 son los años dorados de los grandes mainframes donde los usuarios ejecutaban su software desde terminales remotas que no eran más que una pantalla con teclado y una conexión de red. Incluso en los años 90 -recuerdo las primeras visitas a la “sala de terminales” en la universidad- todavía era común aunque menos relevante ya que los PCs se estaban imponiendo y cada vez existía “potencia de cálculo” a disposición de los usuarios sin tener que recurrir a servidores donde uno se conectaba remotamente. El concepto de cliente-servidor evolucionó a aplicaciones donde el cliente tenía más relevancia y ejecutaba parte de la aplicación aunque luego se consolidasen datos en un servidor central.

Sin embargo, desde principios del siglo XXI estamos volviendo a la filosofía anterior: un dispositivo cliente con poca responsabilidad (representar la interfaz gráfica y permitir la introducción de datos) y un servidor central que, además de almacenar la información, ejecuta el software. Me refiero a las aplicaciones web.

Las aplicaciones web vuelven a la filosofía de terminales remotos “tontos” que sólo representan en pantalla la información y permiten introducir datos y servidores donde se almacena la información y se ejecuta el software. La única diferencia es que antes el terminal “tonto” era un dispositivo físico y ahora este papel lo juega el navegador web. Pero si lo piensa bien, es la misma idea: si usted dispone de un navegador web, es poco relevante la potencia o características de su PC para utilizar, por ejemplo, Google Docs.

En el caso de las app para dispositivos móviles la filosofía trabaja con una variante: como es posible que no se tenga conexión permanente a internet (donde está el servidor que almacena los datos), parte de la ejecución del software se tiene que hacer necesariamente en el cliente, que en este caso es un smartphone o una tablet. Pero aquí esta necesidad de tener una app instalada y ejecutándose en el dispositivo no responde tanto a una filosofía distinta como a la necesidad de soportar un uso off-line en el que no haya conexión con el servidor.

¿Y qué tiene que ver el cloud computing con todo esto? Pues básicamente el cloud computing permite generalizar el concepto de servidor disponible en todo momento, pudiendo tener aplicaciones y datos disponibles en cualquier ubicación dentro y fuera de la red corporativa de su empresa. Especialmente en aquellos casos donde el cloud computing sólo es una variante del hosting convencional que sustituye servidores físicos por servidores virtuales.

Siempre me ha parecido curioso como una buena idea -software y datos centralizados con dispositivos clientes ligeros conectados remotamente- puede tener vigencia medio siglo después pese a todos los avances técnicos que se han producido.

José Luis Fernández Piñero

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